El trabajo forzado de prisioneros republicanos en la línea de la Val de Zafán
Entre 1938 y 1942, más de 2.700 prisioneros de guerra republicanos integrados en cinco batallones de trabajadores fueron desplazados a la línea ferroviaria de la Val de Zafán para trabajar como esclavos del franquismo en las obras de apertura del tramo entre Alcañiz y Tortosa. Xerta jugó un rol clave porque fue lugar de acantonamiento y trabajo de una parte relevante de los reos.
Los batallones de trabajadores (BBTT) eran unidades integradas por excombatientes presos del Ejército Popular de la República, no procesados por la vía judicial, pero clasificados como ‘desafectos’ o ‘afectos dudosos’ al nuevo régimen dictatorial. A partir de 1940, su figura fue sustituida por los batallones disciplinarios de soldados trabajadores (BDST). En este caso, estaban constituidos por prisioneros de guerra, excombatientes de quinta —con el servicio militar republicano cumplido— que eran identificados como ‘desafectos’, así como desertores del ejército franquista. De cualquier forma, los reclusos eran agrupados en campos de concentración, clasificados y distribuidos en las unidades de castigo.
Los primeros esclavos del franquismo trabajaron en la vía férrea en construcción durante la primavera de 1938 (BBTT nº 66 y nº 68), tras la conquista del margen derecho del Ebro por parte del ejército sublevado. La misión principal era acelerar las obras mediante la instalación de raíles en la vía. A mediados de junio se había completado el objetivo hasta la estación de Pinell de Brai (Terra Alta). Por otro lado, en la comarca del Baix Ebre, donde la actividad acumulaba un retraso superior, los trabajos fueron suspendidos por el fuego de la artillería republicana procedente de la orilla izquierda del río. Durante la batalla del Ebro, el trazado hasta Bot facilitó el aprovisionamiento de material y hombres para el ejército franquista.
A finales de 1938 la actividad se reanudó con renovada mano de obra forzada. Desde ese momento, las principales tareas fueron la colocación de balasto entre Valjunquera y Pinell —trabajos que obligaron a abrir canteras en distintos puntos del trazado en condiciones de explotación muy duras—, el tendido de raíles entre el citado pueblo de la Terra Alta y Aldover, además de la reconstrucción de infraestructuras destruidas durante la guerra, como varios viaductos.
El complejo ferroviario de Xerta en construcción, cubierto de nieve, con presos en el centro de la fotografía. Imagen: Cedida Roger Aviñó.
Documento de un envío de ropa enviado desde Barcelona a la estación de tren de Tortosa para los presos del BDST nº 18, en 1940. Imagen: Archivo Municipal de Xerta.
Documento que certifica la ocupación de una nave del pueblo de Xerta por parte del BDST nº 18, en 1941. Imagen: Cedida Roger Aviñó.
Anuncio de un partido de fútbol del batallón de trabajadores de Xerta en mayo de 1940 publicado en el Diario Español de Tarragona. Imagen: Biblioteca Hemeroteca Municipal de Tarragona.
Xerta, centro neurálgico del trabajo esclavo
Según avanzaban las tareas en dirección a Tortosa, Xerta se convirtió en centro de mando y acantonamiento de mano de obra. Parte del BBTT nº 69, el BBTT nº 163 y el BDST nº 18 trabajaron en el pueblo y sus alrededores hasta 1942. Los almacenes de la antigua cooperativa situados junto a la vía fueron reconvertidos en alojamiento de prisioneros. En la zona norte del casco urbano, se abrieron destacamentos temporales en las partidas de Les Valls y Xalamera.
En un pueblo pequeño como Xerta, la presencia de aquel contingente tan numeroso de hombres no pasó inadvertida. En 1940 había acantonados en el municipio 1.307 trabajadores forzados. El trabajo era duro y peligroso, requería mucho esfuerzo físico, siempre a la intemperie, eran numerosos los accidentes, los prisioneros tenían poco descanso, una mala alimentación, padecían castigos físicos, una constante instrucción ideológica y la sensación permanente de explotación.
El ayuntamiento franquista actuó de enlace con otras administraciones que reclamaban información de los reos y, en casos de emergencia, solicitó a los mandos la mano de obra gratuita. En octubre del mismo año, miembros de un batallón repararon los daños causados por una tromba de agua. En otro caso, reformaron la capilla de San Zeno en la calle Major.
La larga estancia de los reos facilitó relaciones amables con los vecinos, como la creación de un equipo de fútbol formado por prisioneros y jóvenes del pueblo, denominado ‘Batallón de Trabajadores de Cherta’. El conjunto se enfrentó en partidos amistosos con otros equipos ebrenses y fue la semilla del equipo de fútbol local recuperado tras la parada forzada por la Guerra Civil. Otro vínculo relevante fueron distintas relaciones sentimentales surgidas entre reclusos y soldados del batallón con chicas del municipio.
Equipo de fútbol de Xerta formado por presos republicanos y chicos del pueblo, en 1940. Imagen: Cedida Antoni Cid.
Un numeroso grupo del BDST nº 18 en el destacamento temporal de Les Valls, al norte del casco urbano de Xerta. Imagen: Colección Arcángel Bedmar.
Los testimonios
Los prisioneros de los batallones procedían de todo el Estado español. Entre los catalanes había soldados de la quinta del biberón nacidos en 1920. Uno de ellos era el barcelonés Joan Llarch Roig, combatiente en la batalla del Ebro y esclavo del franquismo en el BBTT nº 69, destinado a la vía de la Val de Zafán. Relataría sus experiencias en un libro pionero sobre estos contingentes de reclusos
Un grupo de prisioneros del BDST nº 18, junto a la vía en Xerta, junto a José Gómez Márquez, el primero por la derecha. Imagen: Colección Arcángel Bedmar.
‘Por la mañana temprano, los soldados de la escolta despertaban con fuertes y broncas voces a los prisioneros. Estos se levantaban del suelo en el que dormían con las mantas extendidas sobre matas de yerbajos secos. Iban saliendo al exterior de las parideras y se alineaban en tres filas para ser contados. Se cubrían con las mismas mantas con las que se habían abrigado durante la noche, protegiéndose del frío y del viento que soplaba por la mañana. Aún antes de comenzar la jornada de trabajo diario, tenían aspecto fatigado. Los párpados pegados y el gesto malhumorado, en todos sus ademanes se reflejaba la rutina y la forzada resignación a lo inevitable, la indiferencia, y un triste estoicismo ante el infortunio de su vida cotidiana. Después de ser contados, sin haberse lavado la cara ni las manos, ya que el agua estaba lejos de donde dormían, en una charca maloliente, se restregaban el rostro con las palmas de las manos y después de prender fuego al cigarrillo aquellos que tenían tabaco, emprendían la marcha formando pelotón, camino de la cantera. Hasta que había oscurecido no regresaban al grupo de casonas abandonadas y perdidas en la gran llanura, en las que tenían que dormir’
Fragmento del libro Batallón de trabajadores, de Joan Llarch (1978), editado per Plaza & Janés. Relata la rutina diaria en la cantera para extraer balasto de Puigmoreno (Alcañiz) a finales de 1938.
“En el Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores de Cherta, donde se encontraba recluido Cristóbal Carrier Díaz, vecino de Santa Cruz, el sargento les recordaba a los presos que ‘los rojos eran unos hijos sin padre’. En el mismo batallón, José Gómez Márquez, recuerda que cada vez que venía un sacerdote a impartir la misa debían llevarlo y traerlo por las vías del tren en un carromato arrastrado por los propios reclusos. Uno de los castigos (del sargento del batallón) era obligar a los reclusos a correr con sacos llenos de tierra atados a la espalda. Después, en una habitación privada, acompañado por dos vigilantes, los flagelaba con un vergajo”.
Fragmento del libro Los puños y las pistolas. La represión en Montilla (1936-1944), de Arcángel Bedmar (2019), donde dos presos de Córdoba del BDST nº 18 recuerdan su paso por Xerta
Un grupo de prisioneros republicanos en torno a Xerta en tareas de balasto de la vía. Imagen: Cedida Antoni Cid.
La línea ferroviaria
Tras cuatro años explotando mano de obra forzada en la línea ferroviaria, el 10 de septiembre de 1941, coincidiendo con las Fiestas de la Cinta de Tortosa, se organizó el viaje inaugural del nuevo tramo entre Bot y Tortosa. Pocos meses antes, en abril, el ministro de Obras Públicas, Alfonso Peña, había presidido una visita por el nuevo trayecto. A su paso por Xerta, relata la crónica de La Vanguardia Española, «el batallón de trabajadores número 18 rindió honores al ministro hallándose en la estación gran cantidad de público, que le vitoreó». El tramo ebrense estuvo en servicio durante 31 años hasta su cierre definitivo en 1973. La primera piedra de la vía ferroviaria se había colocado en 1882 en la Puebla de Híjar, inicio del trayecto. El último tramo proyectado, de Tortosa a la Ràpita, no se puso nunca en servicio.
Amb la col·laboració del Departament de Justícia